jueves, 22 de agosto de 2013

Lectura de "Yo era una chica moderna", por César Aira

   

     El interés que tuve en un principio por César Aira se debió a escuchar su nombre de la boca del escritor chileno Roberto Bolaño en una entrevista. Cuando a Bolaño se le cuestiona sobre qué novela es la que viene, la novela del futuro, la novela que definirá la Literatura después de "Los detectives salvajes" o la todavía no publicada(en ese momento) "2666", Bolaño hace alusión a César Aira, Enrique Vila-Matas y a Juan Villoro. Personalmente pienso que entre estos cuatro escritores hay una complicidad de la cual no estamos aún enterados, ya intentaremos descifrarla con detenimiento más adelante.
     Por el momento hagamos el intento breve de saber un poco más de Aira que su nombre. Nació en 1949. Para estas alturas del año 2013, César Aira es un hombre de 64 años. Es Argentino, y en casi todas las solapas de sus libros encontraremos la graciosa y repetitiva frase: nació en Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires. Además de tener una vasta obra publicada -el número excede los noventa títulos, algunos con una sola edición perdida que ya nadie sabe si serán publicados de nuevo- en una variedad irracional de editoriales nuevas y diferentes. También ha sido traductor del inglés al español.
     Tuve oportunidad de escucharlo hablar durante una conferencia. Su manera de hablar esa la de alguien que se nota cansado, que arrastra lentamente las palabras y mira con ojeras -quizá desde un sueño- a su audiencia, agotado ya de dar explicaciones, de comprender que sus lectores casi siempre son personas a las cuales la Literatura apenas ha llamado su puerta y no personas que puedan hacer un juicio un poco más amplio de su escritura. Con lentitud y tranquilidad, se acomodaba en la silla, posaba su mirada en alguna parte del escritorio frente a él, y apenas encontraba las palabras adecuadas continuaba su discurso. Fue durante esa plática que supe cómo es que Aira escribe, cuál es su método, la ley del continuo. Probablemente no sea el nombre indicado, la palabra clave, en todo caso, es: continuo. Y en lo que consiste, para Aira, es en no retroceder a inspeccionar lo que ya se ha escrito, sino más bien seguir adelante con la escritura. "Porque el continuo, que es el impulso permanente de continuación, no se confunde con la continuidad. No hay una necesidad ideal que lo determine, diríamos mejor que es, paradójicamente, la secreta intervención del azar quien lo gobierna." Si acaso se comete un error o se escribe algo que no va con la lógica de la trama, ya se podrá remediar en otro momento, en la misma escritura que sigue, más adelante; pero debe permanecer, no ser borrado ni editado. Explicó que la razón por la cual tenía tantas obras publicadas era precisamente que, él escribía todos los días, aunque fueran dos líneas, pero que no podía tachar esas dos líneas y por la ley del continuo estaba obligado a continuar. La obra, por eso, tarde o temprano, quedaba terminada. Él será quien decidirá si ya está terminada o no. Un día decide que ya está lista y empieza una nueva. También compartió que no se apega mucho a los personajes, que si en algún momento se aburre de ellos, simplemente los mata o transforma en otra cosa. En esta novela leemos algo de eso: "Se mostraron muy metódicos y constantes, aunque es cierto que no se puede hacer sin esas cualidades." / "Habían empezado por lo menor, para ir avanzando hacia lo mayor. Eran metódicos, porque no hay otro modo de hacerlo, pero no tanto en los hechos, porque lo grande interfería con lo pequeño."
     Antes de dar por terminada la plática, se le permitió a la audiencia hacerle preguntas al escritor. Aira hizo una crítica de la sencillez técnica que poseen los cuentos de Julio Cortázar, y dio como ejemplo "Casa Tomada". Explicó cómo la magia de Cortázar consiste en ir construyendo algo para luego desaparecerlo, dejándole un vacío al lector, la sensación de que ha perdido algo. El primero que se levantó a cuestionarlo fue un hombre que se quejaba de la crítica que le hizo a Julio Cortázar. Con una actitud más bien de niño enojado, el tipo le dijo que cualquier cuento de Cortázar era mejor que todas las obras reunidas de Aira. Con una paciencia y hartazgo desmesurado, la respuesta de Aira fue primero un lentísimo gesto de asco, inhaló, guardando el aire y sacándolo casi en un bostezo. Y con el mismo aburrimiento que lo parecía hechizar, dijo: "Bueno... (una pausa y un suspiro más) es cuestión de gustos." El tipo lo siguió atacando, defendiendo los cuentos de Cortázar como si fuesen algo sagrado, haciendo relucir el punto que Aira probablemente deseaba tocar: ¿a qué se debe el hecho, que tú, ser que no conoces a Julio, estés defendiéndolo como si fuera tu amo? ¿qué razón hay, en realidad, además de tu fanatismo, para que lo defiendas con tanto ímpetu?
     Si en muchos diálogos se repite el mantra de "encontrar nuevos caminos en la Literatura"; en Aira se repite la originalidad de nuevos caminos en su obra, queda juzgar si es Literatura o no. Más allá de hablar sobre nuevos caminos -cosa que Aira no hace, ni mucho menos explica-, Aira se dedica a crear esos nuevos caminos, nuevos mundos y permitir al lector pasearse por ellos. La experiencia de leer "Yo era una chica moderna" deja al lector pasmado, en una confusión y comprensión de la misma magnitud. Uno termina de leer la novela y entiende lo que ha ocurrido; mas quedan lagunas en las cuales surgieron imágenes que se salían de la narrativa coherente y era necesario seguir leyendo para buscar comprender por qué no se entiende lo que se ha leído, para luego encontrar una respuesta insatisfactoria sobre qué pasó en uno o dos momentos en específico -como si alguien se pusiera a contar del uno al cien y dijera de pronto una palabra que nada tiene que ver con los números; pero nadie se atreviera a decirle que se ha equivocado, porque de todas formas llega al número cien-; y sin embargo se entiende, al haber leído la totalidad de la obra, prácticamente toda la superficie de la misma y mucho más. No me refiero con esto a que sea una lectura difícil, es más bien sencillo seguirle el hilo a César Aira, sólo que para hacerlo hay que ponerse en la misma mentalidad en la cual él se puso para crear: la ley del continuo. Hay que seguir leyendo hasta terminar. 
     "Yo era una chica moderna" es la historia de dos chicas que son mejores amigas. Una de ellas despierta en su cama diciendo que no recuerda qué pasó la noche anterior, no comprende por qué tiene el cuello arañado ni qué son las sustancias pegajosas que trae por el cuerpo. Con paciencia va narrando lo que recuerda, primero un sueño y luego en dónde estuvo durante la noche: en el bar más pequeño del mundo en Buenos Aires. Es difícil apuntar a un tema(hay muchos), ya que mientras se está leyendo algo tan simple como el hecho de que se está en un bar, de pronto ocurren cosas que parecieran hacer referencia a un juego de video en donde todo es posible. Mientras todo va bien, con una continuidad que se asemeja a la realidad, se van revelando elementos mágicos e imposibles. Con el título, por ejemplo, podemos pensar en el tema de la modernidad, presente de una forma breve en la obra. Las chicas, quienes van al bar en busca de novio, vestidas a la moda e inevitablemente siendo modernas, caen de pronto en la conclusión de que toda esa modernidad en realidad se debe a una sola razón: que la biología sigue vigente. Es decir, que a pesar de cómo se vistan, de qué palabras usen, de cuáles sean sus métodos para seducir y encontrar a su novio perfecto, la modernidad para ellas consiste finalmente en ser madres. En eso termina su búsqueda, en quedar preñadas y tener un hijo. 

     "Nunca lo habíamos hablado pero era el impulso fundamental que nos llevaba adelante, cuando todo lo demás nos detenía. Frágiles, "sexo débil", formadas en una cultura del confort y del menor esfuerzo, lo más lógico habría sido que nos estancáramos en la complacencia de un estado estable, cualquiera, el primero que llegáramos."

     De estas dos amigas, Lila ha estado en una relación de pareja con Roberto durante años. La pareja se ha dedicado a comprar muebles para la casa en la cual vivirán en el futuro, los cuales almacenan en el garage de la abuela de Roberto. Esa noche, Lila le anuncia a su amiga que Roberto a embarazado a otra mujer, y que por honor ahora él debe casarse con la chica que ha embarazado, que su noviazgo, en términos simples, ha terminado. "De pronto, en medio de una exquisita proliferación de sexo, drogas, alcohol, música, flores, todos se estaban aburriendo. Mis amigos aparecían como realidades, no como sueños."
     Las dos amigas, embriagadas con alcohol y ganas de venganza(justicia, como dirán ellas), encuentran en ese mismo bar -el más pequeño del mundo-, a la chica embarazada. La empujan al tocador y la asesinan. Ambas le introducen las manos por la vagina al cadáver, buscando, con sus escasos conocimientos de anatomía, el feto. Y bañadas en sangre lo encuentran. "Tengo miedo de que te caigas. Es posible que sufras sin saberlo de una enfermedad que se llama "desequilibrio nocturno"."

"-Es difícil, entender. Es difícil sobre todo porque interviene una lógica del pasado. ¡Suena tan antiguo, eso de la joven embarazada y las bodas reparadoras! Para decirte la verdad, había creído que esas cosas ya no pasaban. Pero evidentemente siguen pasando.
-La biología sigue en vigor.
-Quizás nosotras nos comprometimos demasiado con lo moderno, y perdimos de vista los hechos de la vida. Lo antiguo vuelve, como una venganza."

     Para sorpresa de ellas, el feto está vivo y se empiezan a encariñar con él. Lo nombran Gauchito, y con él se forma una familia nuclear lésbica: una de ellas toma el rol del padre, otra el rol de la madre y el Gauchito es el hijo.
     Uno pensaría que un crimen como el que acaban de cometer no pasaría desapercibido; sin embargo, a pesar de que la policía se presenta en el bar más pequeño del mundo y pareciera que han descubierto qué ha sucedido, la realidad es que los personajes siguen su extraño destino, el cual no coincide con la expectativa que el lector pueda tener. El Gauchito, por ejemplo, lanza sustancias que al tocar a sus adversarios, los quema y asesina. Una lectura nada menos que interesante; deja las ganas de leer la novela en su totalidad una vez más, para intentar comprender un poco mejor el terreno desconocido  -otro planeta- al cual Aira nos ha dado un tour guiado. 

"Por modernas, queríamos restaurar la antigüedad. Por antiguas, queríamos imponer lo moderno."

O.G.C.

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